domingo, 16 de marzo de 2014

¿Recuerdas cuando nos miramos por primera vez?

 Bajabas de un tren que te traía de una casa a unos centenares de kilómetros de mi. Una casa que unos días antes había sobrevolado con un avión que me devolvía del viaje que nos unió, un viaje que por otro lado no hicimos juntos. El título de la peli sería algo así como: “Tu en Barna y yo en Manhattan”, queda raro, pero bueno, no es lo importante.

¿Por donde iba?, ah, sí: el día que te olí por primera vez.

Tu venías directo a mi, sonriendo, escalándome (¿Sería igual de alto que me imaginabas?), yo hacía lo propio (¿Me engatusarían tanto tus ojos como lo hacían por skype?). Llegaste a mi lado, nos abrazamos, nos miramos, nos tocamos (no en el sentido obsceno de la palabra, aún no), y hablamos.
No, nos besamos. Al menos no apasionadamente como habrían hecho en alguna película de Hollywood. Aún nos quedaban muchos pasos que dar, muchas cosas que descubrir de nosotros mismos y muchas otras que asimilar sobre como actuar ante una sociedad que poco a poco, a veces demasiado lento, está aprendiendo a mirar con ojos neutros que dos personas se besen y se quieran en público. Una sociedad “avanzada” que sabe que dispone de una inteligencia, pero que aún no ha aprendido a utilizarla.

Me da pena que no tuviéramos ese primer encuentro apasionado que se merece una historia como la nuestra, una historia de distancia, de amor en la red, de sentimientos físicos atrapados por una lejanía. Una historia que se merecía un beso de cine.

Y por eso, por que me robaron mi primer beso contigo voy a luchar por que esta sociedad avance, avance hacía donde debe de estar, hacía el lugar donde nuestra inteligencia nos permite estar: Hacia la LIBERTAD!

(este final sí que ha sido de película).

No hay comentarios:

Publicar un comentario