Bajabas de un tren que te traía de una
casa a unos centenares de kilómetros de mi. Una casa que unos días
antes había sobrevolado con un avión que me devolvía del viaje que
nos unió, un viaje que por otro lado no hicimos juntos. El título
de la peli sería algo así como: “Tu en Barna y yo en Manhattan”,
queda raro, pero bueno, no es lo importante.
¿Por donde iba?, ah, sí: el día que
te olí por primera vez.
Tu venías directo a mi, sonriendo,
escalándome (¿Sería igual de alto que me imaginabas?), yo hacía
lo propio (¿Me engatusarían tanto tus ojos como lo hacían por
skype?). Llegaste a mi lado, nos abrazamos, nos miramos, nos tocamos
(no en el sentido obsceno de la palabra, aún no), y hablamos.
No, nos besamos. Al menos no
apasionadamente como habrían hecho en alguna película de Hollywood.
Aún nos quedaban muchos pasos que dar, muchas cosas que descubrir de
nosotros mismos y muchas otras que asimilar sobre como actuar ante
una sociedad que poco a poco, a veces demasiado lento, está
aprendiendo a mirar con ojos neutros que dos personas se besen y se
quieran en público. Una sociedad “avanzada” que sabe que dispone
de una inteligencia, pero que aún no ha aprendido a utilizarla.
Me da pena que no tuviéramos ese
primer encuentro apasionado que se merece una historia como la
nuestra, una historia de distancia, de amor en la red, de
sentimientos físicos atrapados por una lejanía. Una historia que se
merecía un beso de cine.
Y por eso, por que me robaron mi primer
beso contigo voy a luchar por que esta sociedad avance, avance hacía
donde debe de estar, hacía el lugar donde nuestra inteligencia nos
permite estar: Hacia la LIBERTAD!
(este final sí que ha sido de
película).
No hay comentarios:
Publicar un comentario